En 1793, después de ser guillotinado Luis XVI, España declara la guerra a Francia entrando en la coalición antirrevolucionaria. En 1794 se hace evidente que la coalición es incapaz de forzar la resistencia de la Francia de la Convención y algunos gobiernos creen prudente poner fin al conflicto. España firma la paz en Basilea donde recupera todos los territorios perdidos durante la contienda excepto la zona oriental de la isla de Santo Domingo. Pero Gran Bretaña, todavía en guerra con Francia,  no está conforme con las condiciones de este tratado y presiona a España para que se alíe con ella, pero en cambio el Gobierno español firma con Francia el tratado de San Ildefonso el 18 de agosto de 1796 declarando la Guerra a Gran Bretaña. El tratado de San Ildefonso fue desventajoso para España, en síntesis estos son los artículos mas importantes:

    -    En el término de tres meses la potencia requerida tendrá á disposición de la demandante quince navíos de línea, tres de ellos de tres puentes ó de 80 cañones, y doce de 70 á 62, seis fragatas de una fuerza correspondiente y cuatro corbetas ó buques ligeros, todos equipados, armados y provistos de víveres para seis meses y de aparejos para un año.

 

    -    La potencia requerida aprontará igualmente, en virtud de la requisición de la demandante en el mismo término de tres meses, diez y ocho mil hombres de infantería y seis mil de caballería, con tren proporcionado de artillería.

 

    -    Las tropas y navíos que pida la potencia demandante quedarán á su disposición mientras dure la guerra, sin que en ningún caso puedan serle gravosos.

 

    -    Siendo Inglaterra la única potencia de quien España ha recibido agravios directos, la presente alianza sólo tendrá efecto contra ella en la guerra actual, y España permanecerá neutral respecto á las demás potencias que están en guerra con la República.

En los cinco años que duró la guerra fueron insoportables los gastos del erario español e incalculables los perjuicios de nuestro comercio; se arruinó nuestra navegación mercantil y se destruyó nuestra armada. El 27 de marzo de 1802 se firma la paz de Amiens donde Londres devuelve Menorca a España pero retiene Gibraltar y la isla de Trinidad.

                          Firma del Tratado de Amiens

Este tratado deja sin solución muchas cuestiones conflictivas, y pronto vuelve a resurgir la tensión entre Gran Bretaña y Francia, que conduce al estallido de otra guerra en mayo de 1803. España intenta permanecer neutral pero Francia reclama imperiosamente que se cumpla la alianza de 1796, a lo que con razón se le responde que esta es otra guerra. España no está en condiciones por la carestía y la epidemia de fiebre amarilla que asola el territorio a participar en otra guerra. Pero el Cónsul Bonaparte presiona para  que se cambie la ayuda militar por otra económica, y así el 19 de octubre de 1803 se firma otro tratado donde las principales cláusulas son:

    -    El primer Cónsul consiente que se conviertan las obligaciones impuestas á la España por los tratados que unen á ambas potencias en un subsidio pecuniario de seis millones mensuales, que entregará la España á su aliada desde que se renueven las hostilidades hasta el fin de la presente guerra.

    -    En consideración de las cláusulas arriba estipuladas y durante el tiempo que sean ejecutadas, la Francia reconocerá la neutralidad de España; promete no oponerse á ninguna de las medidas que pudieran tomarse con respecto á las potencias beligerantes, en virtud de los principios generales ó de las leyes de la neutralidad.

                                                                Moneda representando a Napoleón como Primer Consul

Inglaterra no reconoce la neutralidad de España porque ayuda económicamente a Francia y, sin declarar la Guerra, se dedica a entorpecer el comercio español y a interceptar navíos que provienen de América. Pero el apresamiento de cuatro naves españolas, procedentes de Lima y Buenos Aires con cuatro millones de pesos a bordo, frente al cabo de Santa María el 5 de agosto de 1804, lleva a España a declarar la guerra al gobierno inglés con el siguiente manifiesto:

    El restablecimiento de la paz, que con gusto vio la Europa por el tratado de Amiens, ha sido, por desgracia, de muy corta duración para el bien de los pueblos. No bien se acababan los públicos regocijos con que en todas partes se celebraba tan fausto suceso, cuando de nuevo volvió á turbarse el sosiego público y se fueron desvaneciendo los bienes que ofrecía la paz. Los Gabinetes de París y Londres tenían á la Europa suspensa y combatida entre el temor y la esperanza, viendo cada día más incierto el éxito de sus negociaciones, hasta que la discordia volvió á encender entre ellos el fuego de una guerra que, naturalmente, debía comunicarse á otras potencias, pues la España y la Holanda, que trataron juntas con la Francia en Amiens, y cuyos intereses y relaciones políticas tienen entre sí tanta unión, era muy difícil que dejasen al fin de tomar parte en los agravios y ofensas hechos á su aliada.

    En estas circunstancias, fundado S.M. en los más sólidos principios de una buena política, prefirió los subsidios pecuniarios al contingente de tropas y navíos con que debía auxiliar á la Francia en virtud del tratado de alianza de 1796, y tanto por medio de su Ministro en Londres como por medio de los agentes ingleses en Madrid, dio á conocer del modo más positivo al Gobierno británico su decidida y firme resolución de permanecer neutral durante la guerra, teniendo por el pronto el consuelo de ver que estas ingenuas seguridades eran, al parecer, bien recibidas en la corte de Londres.

    Así es que en Londres el Gabinete británico aparentaba artificiosamente proteger varias reclamaciones de particulares españoles que se le dirigían, y sus agentes en Madrid ponderaban las intenciones pacíficas de su Soberano. Mas nunca se mostraban satisfechos de la franqueza y amistad con que se respondía á sus notas; antes bien, soñaban y ponderaban armamentos que no existían, y suponían que los socorros pecuniarios dados á la Francia no eran sólo el equivalente de tropas y navíos que se estipularon en el tratado de 1796, sino un caudal indefinido é inmenso, que no les permitía dejar de considera á la España como parte principal de la guerra.

   Mas como no era tiempo de hacer desvanecer del todo la ilusión en que estaban trabajando, exigieron como condiciones precisas para considerar á la España neutral la cesación de todo armamento en los puertos y la prohibición de que se vendiesen las presas conducidas á ellos. Y á pesar de que una y otra condición, aunque solicitadas con un tono demasiado altivo y poco acostumbrado en las transacciones políticas, fueron desde luego religiosamente cumplidas y observadas, insistieron, no obstante, en manifestar desconfianza, y partieron de Madrid con premura, aun después de haber recibido correos de su Corte, de cuyo contenido nada comunicaron.

   El contraste que resulta de todo esto entre la conducta de los Gabinetes de Madrid y Londres bastaría para manifestar claramente á toda la Europa la mala fe y las miras ocultas y perversas del Ministerio inglés, aunque él mismo no las hubiese manifestado con el atentado abominable de la sorpresa, combate y apresamiento de las cuatro fragatas españolas, que, navegando con la plena seguridad que la paz inspira, fueron dolorosamente atacadas por órdenes que el Gobierno inglés había firmado en el mismo momento en que, engañosamente, exigía condiciones para la prolongación de la paz, en que se le daban todas las seguridades posibles y en que sus buques se proveían de víveres y refrescos en los puertos de España.

   Estos últimos buques abrigaban ya en el seno de sus comandantes las órdenes inicuas del Gabinete inglés para asaltar en el mar las propiedades españolas, órdenes inicuas y profusamente circuladas, pues que todos sus buques de guerra en los mares de América y Europa están ya deteniendo y llevando á sus puertos cuantos buques españoles encuentran, sin respetar ni aun los cargamentos de granos, que vienen de todas partes á socorrer un nación fiel en el año más calamitoso.

   Ordenes bárbaras, pues que no merecen otro nombre las de echar á pique toda embarcación española cuyo porte no llegase á cien toneladas,  de quemar las que estuviesen varadas en la costa y de apresar y llevar á Malta sólo las que excediesen de cien toneladas.

   En su consecuencia, después de haber dispuesto S.M. se embargasen, por vía de represalia, todas las propiedades inglesas en estos dominios..., ha mandado el Rey á su Ministro en Londres que se retire, con toda la Legación española, y no duda S.M. que, inflamados todos sus vasallos de la justa indignación que deben inspirarles los violentos procederes de la Inglaterra, no omitirán medio alguno de cuantos les sugiera su valor para contribuir á la más completa venganza de los insultos hechos al pabellón español......

Gaceta de Madrid, 14 de Diciembre de 1804. 

 

 

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